Amogoje, Margalagua, Santa Úrsula, Táganan… Son nombres que, por sí solos, despiertan los instintos de los mejores aficionados al vino. Son, también, nombres que remiten a una de las aventuras vitícolas de más calado en la historia reciente de nuestro país. Leer más
Nos referimos, por supuesto, a Envínate.
La historia es bien sabida. Jóvenes que se conocen estudiando enología en Alicante y deciden ponerse a hacer lo que más les gusta aprovechando sus lugares de procedencia. Canarias, Galicia, Almansa… Claro que, aquí, como siempre que hablamos de vino, lo que importan son las obras. Y, si acaso, cómo se ha llegado a ellas. Envínate ha logrado hacer algunos de los tintos y blancos más llamativos del país con un estilo propio, basado en algo que ahora está muy de moda, pero que, entonces, cuando Envínate arrancó, era, como poco, una rareza. Acidez, frescura, nervio… Todavía las alarmas climáticas no habían saltado, pero algunos jóvenes como Roberto Santana, Alfonso Torrente, Laura Ramos y José Ángel Martínez ya estaban tomando medidas.
El uso del raspón, el control de la maceración y, lo más importante, la búsqueda de viñedos que por vejez, exposición, suelo y varietal colaboren en la consecución de vinos estilizados, fluidos y bebibles, son aquí claves que explican tanto los propósitos como los vinos.
Lousas en Galicia (Ribeira Sacra) y Táganan en Canarias, pero también Albahra llamando la atención sobre un varietal, la Garnacha Tintorera, cuya acidez hoy se celebra en un contexto particularmente extremo como es el de Almansa. Interesantes todos, deliciosos y hasta sorprendentes, en la Enoteca tenemos especial predilección por los vinos canarios hechos en Taganana (Tenerife, en el Parque Natural de Anaga) o en La Orotava.
Los suelos volcánicos y la altitud (la elaboración de Envínate en Canarias comenzó en una bodega comarcal a mil metros de altura) contribuyen a dotarlos de personalidad. También del frescor atlántico, siempre partiendo de una maduración precisa. Para todo esto, el equipo de Envínate no ha dejado de llegar a acuerdos con viticultores canarios (y no sólo canarios) que, a menudo milagrosamente, no han arrancado sus cepas. Ésta es otra parte de la historia. Los vinos que tienen éxito obligan a mantener el patrimonio vitícola. Una razón más para seguir disfrutando de estos blancos y tintos que siguen marcando la diferencia.