Willy Pérez está llevando a cabo la penúltima y fulgurante revolución del Jerez. Junto a Ramiro Ibáñez, compañero de esfuerzos y aventuras, y sumados a una pequeña legión de jóvenes y atrevidos elaboradores, su mirada está puesta tanto en el pasado como el futuro. Aprender del ayer para construir el mañana vendría a ser la estrategia de un movimiento que poco a poco se revela como un episodio fundamental en la historia reciente de los vinos del Marco. Ver más
La base de esta bodega jerezana la pone el padre de Willy, Luis Pérez Rodríguez, catedrático de enología de la UCA y enólogo de la extinta Domecq. Corría el año 2002 y el objetivo era devolver al viñedo la importancia que tuvo hace décadas en Jerez. Este reto original sería amplificado por el hijo del creador de la bodega apostando radicalmente por los vinos de terruño y aprovechando, como es lógico, los pagos históricos del Marco, sin duda el tesoro más importante de este territorio.
Hoy lugares de resonancia histórica como Corchuelo, Carrascal, Macharnudo o Balbaína se han convertido en columna vertebral de Luis Pérez y de su producción. De allí salen vinos que logran expresar la esencia identitaria de esos viñedos en un diálogo permanente de la historia pasada y presente de la región.
Resumiendo mucho, dos frentes han preocupado y alimentado el trabajo de Willy Pérez. Uno tiene que ver con la moderación a la hora de manejar el velo de flor entendiendo que éste debe provocar diferencia y no homogeneidad («más suelo y menos velo», por decirlo con una expresión que ha cosechado cierta fama). Otro, íntimamente ligado al anterior, se centra en el valor de la añada como factor distintivo que enlaza con el periodo histórico previo al almacenamiento, cuando los jereces se hacían mayoritariamente con añada.
Pero, sin duda, lo mejor de esta bodega es disfrutar sus vinos, tanto blancos como tintos y con mayor o menor velo según la autonomía de cada bota. Tanto los correspondientes a la serie La Barajuela, de la Viña el Corregidor, como los tintos de Tintilla marcando cada uno su origen (de Balbaína al sur, a Carrascal al norte), o el originalísimo fino Caberrubia sin olvidar los blancos de Palomino, lo cierto es que se trata de tragos apasionantes. Merecen mucha atención.