En Montilla-Moriles, provincia de Córdoba, se hacen algunos de los mejores vinos del mundo. El hecho de que no sean conocidos forma parte de las grandes paradojas del vino mundial. No es el lugar ni el momento para abordar las razones de un asunto tan complejo, pero sí para reconocer que en la Sierra de Montilla y Moriles hay un puñado de bodegas que, a pesar de los pesares, y a menudo contra viento y marea, se han encargado de que sus vinos continúen estando entre los mejores del planeta. Ver más
Es el caso de Pérez Barquero, una bodega más que centenaria (nació en 1905) que vive un momento de forma extraordinario. Esta buena salud se debe tanto a un cuidado rigurosísimo de los estilos de siempre como a una apuesta decidida por nuevas expresiones que, en realidad, han sido resucitadas de la tradición. Nos referimos a los vinos de pasto, llamados así porque se bebían en la comida, y ahora felizmente recuperados tanto en el Marco de Jerez como en Montilla-Moriles. En nuestra colección, dos vinos de este estilo, Pérez Barquero Fresquito y Pérez Barquero Fresquito Tinaja (trago fácil, paso de boca con brío, rica nariz con aromas de flor), demuestran lo mucho que las grandes zonas vinícolas pueden ofrecer actualizando sus tradiciones.
La oferta de esta bodega alcanza cotas muy altas cuando nos centramos en sus vinos generosos. Elaboraciones prodigiosas fruto de una alianza consagrada entre la uva Pedro Ximénez y el sol y la tierra de las sierras cordobesas. Conviene recordar la generosidad natural de la PX para hacer finos evitando el encabezamiento. Pero, además, el fino de Pérez Barquero recibe una crianza durante aproximadamente diez años, tiempo límite en el que la particularidad del velo de flor se impone para hacer un fino de una autenticidad a prueba de bombas.
Palo Cortado, Oloroso y Amontillado siguen la misma senda de excelencia con largas crianzas que se llevan, en este caso, hasta los 25 años para que la oxidación aporte complejidad, amplitud de boca y matices elegantes tanto aromáticos como gustativos. El rasgo que los singulariza es, sin embargo, la sensación de frescor que dejan al paso disimulando el grado alcohólico y convirtiéndolos en estupendos aliados para acompañar los platos fuertes de un banquete que se precie. Este banquete, cómo no, debe terminar con el dulce de PX, criado en botas de roble durante seis años siguiendo el tradicional sistema de solera y criaderas.